Ya llegué chula. Si ya vi. Ella
miró su copa medio vacía de Martini de manzana de más de cien pesos y deseo no
haberla pedido. Pues vámonos pues al toquin madreado ese, ¿no? Y bajaron por un
elevador hermoso de cristal desde donde se podía apreciar toda la ciudad y a su
cabeza vinieron miles de imágenes de cómo le gustaría hacer el amor en un
elevador. El hombre de cabello corto le miró las nalgas mientras se recargaba
en el barandal del elevador y sonrió. Ni de pedo viejo. Se acordó de los
besotes que se habían dado en la peda y se arrepintió cuando la miró lleno de apetito
y ella sólo puso los ojos en blanco y trataba de quitarse al otro de la cabeza.
El otro de cabello de perro. No sé ni porque me gusta, está bien pendejo y
siempre se va. Al bajar del edificio fastuoso para el cual ninguno estaba
debidamente ataviado, el hombre de cabello corto quiso agarrarle la mano y ella
la movió rudamente. Ni lo pienses. Al llegar al lugar una chica la reconoció y
la invitó a ir al baño con ella. Mira le dijo, estoy con tu amigo, sabes, pero tú
amigo el de nariz grande, no es mi novio. Mi novio es dueño de un bar donde te
vieron anoche besuqueándote con otro que no es con el pendejo con el que estás
así que mejor mantenemos low profile aquí, ¿va? Yo ni te dije nada
vieja arguendera. Y la chica se salió del baño atolondrada por aquella
intervención de perra maldita. Llegó a sentarse y al ver a su izquierda otro
nido de víboras chismosas que la desnudaron con la mirada, se estremeció. El de
pelo corto le ofreció una cerveza pero ella no quiso ni mirarlo. Entró entonces
a la sala el de pelo de perro. No sé ni porque me gusta, está bien pendejo, se
repitió. El pelo de perro sólo fue bueno para darle un beso hediondo aguado y
mal dado en la mejilla izquierda y para decirle perdón pero ando en chinga. El
contacto de sus pieles le provocó escalofríos y su olor se había quedado fijo
en su nariz.Se volvió a ir. Al terminar todo el espectáculo deprimente el de
pelo corto se le quedaba mirando de nuevo y ella le dijo que ya no quería que
la mirara que la hacía sentir incomoda como si fuera capaz de matarla. Pues a
lo mejor eso es lo que quiero dentro de mi loco yo. Y voy a buscarte cuando
estés no me veas y duermas y te acorralaré. Vete a la verga! El miedo la
invadió pero su desesperación por unos lengüetazos fue más loca. Mira que no se
qué quieres decir con eso. No me late para nada como me estás viendo ni como te
andas poniendo. Y el pelo corto entrado en copas le dijo pues sí como viniste a
ver a tu amiguito ladrar… además yo quiero algo chingón contigo, nada de
babosadas de niñitos como en lo que andas, para que te diga otra cosa que no
siento. Y ella enojada le dijo ni te me pongas de intenso cabrón y es más ya
deja de hablarme que neta quiero q te largues de mi vista. ¿Apoco ya así de huevos me corres? ¿No acabas
de decir qué por mero te mato? Claro que sí y vete. Ella se volteó y se limitó
a seguir con la mirada al perro aquél que sin dueño y con la mirada perdida la
ignoró completamente. Pinche cabrón mamón. Y se levantó indignada. Seguramente
ni le gustó y le valió madre todos los besos que nos dimos ayer, seguro que me
ve como una más de esas que se truena antes de cada importante presentación.
Eso me pasa por pendeja. Perro desgraciado. Pero no podía odiarlo, las escenas
del elevador habían sido todas en su mente con él y eso la molestaba aún más. Tener que enfocar todo
su libido y deseo en un solo individuo que para acabarla de chingar parecía
canino. Dos hombres que la miraban desde unos sillones altos la llamaron. El
perro se aproximó y le tomó la mano pasándola a sus amigos. Cuídenmela que no
se me vaya. Ahí vengo. Y nunca regresó. Ella se largó con los dos hombres y uno
de ellos cargó su longchamp negra como si fuera una correa de castigo.
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